dimecres, 27 d’abril del 2011

Isla Negra (I)

El Mar

El Océano Pacífico se salía del mapa. No había dónde ponerlo. Era tan grande, desordenado y azul que no cabía en ninguna parte. Por eso lo dejaron frente a mi ventana.
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El mar del sur! Adelante, descubridores! Balboas y Laperouses, Magallanes y Cookes, por aquí caballeros, no tropezar por este arrecife, no enredarse en el  sargazo, no jugar con la espuma!
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Y siguen moviéndose la ola, el canto y el cuento, y la muerte! El viejo océano descubrió a carcajadas a sus descubridores. Sostuvo sobre su movimiento maoríes inconstantes, fijianos que se devoraban, samoas comedores de nenúfares, locos de Rapa Nui que construían estatuas, inocentes de Tahití, astutos de las islas, y luego vizcaínos, portugueses, extremeños con espadas, castellanos con cruces, ingleses con talegas, andaluces con guitarra, holandeses errantes. Y qué?
[...]
El mar los descubrió sin mirarlos siquiera, con su contacto frío los derribó y los anotó al pasar en su libro de agua.

                                                                        Pablo Neruda, Una casa en la arena







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